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miércoles, 8 de agosto de 2012

Seguiré / Invocación / Uno de agosto

Este poema es, en cierto modo, una respuesta al "Discurso podrido" de Miguel, el poeta invitado de esta noche. Hay que entenderlo al revés: no es un elogio de la terquedad, sino una crítica.

              SEGUIRÉ

Voy a guardar el fuego que me habita
y dejar que me queme lentamente.

Permitiré que abrase mis entrañas
y que llene mi ser de furia ciega.

Todo ello lo prefiero a gritar "¡Basta!",
a aceptar que escogí mal mi camino,
a desandar mis pasos maldiciendo
el poco juicio que me llevó al error,
a encontrar otra vez la encrucijada
sin signos que me ayuden a elegir,
a ser de nuevo presa de la duda,
guiñapo del temor a equivocarme.

Por eso seguiré, mirada al frente,
desafiando a las dificultades,
dejándome la piel en los espinos;
en los peñascos, gotas de mi sangre;
a las fieras, pedazos de mi carne.

¿Qué intentaba alcanzar por esta senda?

Lo he olvidado.

¿Tal vez era la felicidad?


                   18 de febrero de 2007

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Este otro me lo recordó el poema al Señor de los caminos, del poeta invitado la semana pasada, Juan Carlos Puerta.

      INVOCACIÓN

¡Ayúdame, Señor!
¡Da fuerza a mis brazos!
¡Haz que mis manos no tiemblen!
¡Que un soplo de Tus labios
barra mi temor!
¡Aclara mi mente!
¡Colma mi corazón con Tu presencia!
¡Que Tu cálida voz resuene
en todos los oscuros pasillos de mi alma
y ahuyente a la desesperación!
¡Que se despeje la niebla del camino
y vea claro delante de mí!
...............................................
¡Mil gracias, Señor!
¡Lo has hecho!


             10 de julio de 2006

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Y este último es un relato verídico.

             UNO DE AGOSTO

Uno de agosto. Siete de la mañana.

Huérfanas de vehículos yacen las calles.

En la superficie todo es calma y quietud.

Pero en el subterráneo el gentío se agolpa.

Llega el tren y desborda su humana mercancía
junto a las escaleras, metálicas y pétreas.

La inmensa mayoría espera resignada
su turno a que la eleve la serpiente de acero.

Sólo unos pocos osan movilizar sus piernas,
agitando cansados el sudoroso aire,
y emprenden el ascenso de tantos escalones,
fiando nada más en sus dormidos miembros.

Esos son los verdaderos héroes.

Incluso hay uno que, ligero como pluma,
sube de dos en dos, sorteando a los perplejos.

Ése ya es un loco,
un poeta,
el poeta.


 1 de agosto de 2007

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